Todo empezó cuando mi madre se rompió el brazo derecho este verano. Yo acababa de volver de unas semanas de vacaciones en las que sabía que mi madre no habría hecho mucho en cuanto a actividades cognitivas o fuera de su cotidianidad. Esto es así no porque mi madre no esté bien atendida cuando yo no estoy (que todo lo contrario, tiene a mucha gente que la cuida, la mima y la estimula), sino porque el tema de las manualidades y algunas actividades las quiere hacer solo conmigo. No se lo achaco al Alzhéimer, la verdad. Mi madre y yo hemos tenido muchos ratos así para nosotras. Si me pongo a pensar, primero estuvieron las tardes de estudio, que pronto se convirtieron en las meriendas de confidencia, después vinieron las mañanas de paseo y el café y, ahora, tenemos nuestros proyectos. Sigue leyendo
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